Aprender con emociones

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Recientemente he tenido la suerte de encontrarme con un profesor raro, diferente, con un estilo nada común. Su ejercicio de la docencia lo basa en aprender con emociones, ceder la responsabilidad del aprendizaje a los alumnos, invitarnos a apropiarnos de la clase y convertirla en nuestro espacio creativo. Aprender con emociones.

Las emociones son potentes mecanismos para el aprendizaje, un sistema bruto y rápido creado por la inteligencia para sobrevivir que nos empuja a actuar.

Las emociones impactan y generan atención derivando en interés o motivación, esto explica que las enseñanzas más profundas proceden de maestros que admiramos, de personas con las que empatizamos.

Somos seres emocionales y tenemos una necesidad natural que nos impulsa a permitir expresarlas.

“Experimentar con las propias emociones y sentimientos de una forma consciente – o sea ganar en autoconocimiento- es una parte integral del aprendizaje”
Joshua M. Freedman

 

Sin embargo nuestro aprendizaje se reduce al mínimo cuando no existen estímulos emocionales porque no existe interés y no asumimos un papel activo en el aprendizaje.

Aquellas experiencias que conllevan una carga emotiva importante tienen mayor probabilidad de recordarse.  William James, padre de la psicología americana, lo afirmaba en 1890, al explicar que los acontecimientos de gran intensidad emocional parecen dejar (metafóricamente) «una cicatriz en el cerebro».

Las emociones tienen un efecto amplificador de la memoria, según han corroborado múltiples estudios en psicología cognitiva y neurobiología.

Cuando hablamos de emoción en educación usamos el término de manera muy amplia, y con él también deseamos referimos a «motivación». Para aprender, la motivación es esencial.

“La experiencia no es lo que te pasa, es tu forma de interpretar lo que te pasa”
Aldous Huxley

Cuando nos encontramos en entornos estimulantes la información recibida es procesada por el sistema límbico o cerebro emocional antes que por la corteza cerebral o cerebro cognitivo.

Las emociones generan atención, interés y motivación


Nuestras funciones intelectuales (ideas, pensamientos, memoria) están impregnadas de emociones (recuerdos, miedos, deseos, intereses) de ahí la potencia de la emoción en todo el proceso racional  y especialmente en los procesos de aprendizaje.

La costumbre, la monotonía, el aburrimiento generan patrones y conductas seguras que  nos alejan del cambio  y dificultan el avance y progresión.

Las emociones sin embargo aumentan nuestro nivel de consciencia, potencian el aprendizaje, lo sedimentan en lugares ajenos al olvido.

La emoción y la cognición van unidas, se interelacionan en sus procesos neurológicos.

Aprendemos más y mejor aquello que nos interesa que nos trae recuerdos personales que nos identifica o nos rebela.

Aprendemos más y mejor allí cuando se levantan emociones, positivas o negativas, es decir en territorios y escenarios sufridos, disfrutados y compartidos.

 

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